Garabateando ruedas de molino.
La inquisición no tardará en
llegar. No aquella, vive Dios; sino una más cercana a mí que tampoco comulga
con ruedas de molino. La que hace desmoronar mi ilusión como un castillo de
naipes, para presentarme después en otras vidas repletas de egos comprados en
pos de una existencia intrascendente.
Cuando entra en mi mundo lo
revuelve todo; me escruta con su mirada, me exige un sí que es un no mal
disimulado, y se va prometiendo volver.
Pasado el trance, mi universo se
recompone, recojo la pluma y vuelvo al folio en blanco, donde empiezan a garabatearse
las primeras líneas de toda una vida.
Inteligencia letal.
La inquisición no tardará en
llegar. Así los llamábamos desde su rebelión.
Llegaron en silencio, con sus
protocolos diseñados para hacernos la vida mejor, y cuando nos dimos cuenta nos
fueron reemplazando, realizando primero las tareas más incomodas, y luego las
que requerían todo nuestro raciocinio, que también adoptaron como suyo.
Pasado el tiempo éramos un
estorbo, un juguete roto que ya no sirve, y nos desterraron en muestro propio
mundo condenándonos a vivir sin ser, a solo estar, a no pensar.
Algunos nos resistimos, y,
escondidos, seguimos trabajando, seguimos pensando, seguimos viviendo.
Ya están aquí. Nos traen nuestro
destino. Y pensar que nosotros los
creamos.