Un buen jefe de obras como él no
cometía fallos, entre otras cosas, porque su planificación y organización no
dejaban resquicio alguno.
Hoy cumplía el hito de la
cimentación, según el planning de obra que el mismo había elaborado, y que,
según su planificación, se estaba cumpliendo escrupulosamente. Al entrar ese día en obra, escucho voces familiares, y por ello no le dio importancia. Entró en su caseta y encendió su ordenador. Después fue a por una taza de café.
Fuera, más gritos, cada vez más
altos. El encargado discutía con el aparejador por algunos aspectos de la ejecución
de los tajos. Que si el acero, los separadores; aspectos sin importancia.
Cogió su café y se acercó a la
puerta de la caseta para observar la escena. Un buen jefe de obras es además un
gran estratega; y siempre tiene algún as en la manga para contrarrestar
variables inoportunas que pueden poner en peligro el cumplimiento de un hito.
El encargado, harto de los gritos
del aparejador, miró al jefe de obra en busca de una señal, que esté le dio moviendo
la cabeza en forma de asentimiento.
Al final de día, ya con el hito
cumplido, un buen jefe de obras analiza de nuevo su planificación junto con
todos los aspectos que pudieran condicionar el cumplimiento del siguiente hito.
La estructura comenzaría mañana,
conforme a su planning. Que del aparejador nada se sepa, y que en el
hormigonado de la cimentación sobrase un metro cúbico de hormigón, son aspectos
sin importancia que no requerían su atención; porque para un buen jefe de obra como
él, solo importan el costo y el plazo.