Micro relato para REC. Antihéroe.



-Deberías airearte un poco- se dijo al sentirse decaído. 

Conectó el aire acondicionado y pasó las horas buscando vuelos a lugares exóticos. Revisó las condiciones de un crucero por el Índico que nunca realizaría; y reservó unas entradas que no pagaría para el Moulin Rouge de París, con las que, a buen seguro, sorprendería a esa chica cien por cien compatible, según el portal de contactos, que jamás conocería.

La tarde desfiló sin querer por la ventana, y al llegar la noche, el vigilante le obligó a irse a esa casa que no era suya.

Entonces apagó el ordenador, suspiró, y fingió sentirse mejor.

Micro relato para REC. Piojos en retirada.



-Como un bigote a lo antiguo, debajo de la nariz. Cualquier otro lugar queda ya a muchos saltos de aquí, Señor. 

-¿Qué opciones tenemos, teniente?

-Aquí en la base hay cada vez menos pelos. El traslado es prioritario. 

-¿Hay noticias de la brigada de reconocimiento?

-Sí Señor, nos acaba de llegar su informe. Al parecer la zona es inestable; y en los últimos días se han sucedido intensas tormentas de nieve seguidas de fuertes temblores. Hemos perdido a varios de los nuestros por las fuertes succiones hacia la nariz. Pero hay esperanza Señor, ya que, tras la última tormenta, la más fuerte que recuerdan, todo ha quedado en calma. 

Micro relato para REC. Las otras.



Ella no tiene habilidad ninguna para recogerse el pelo, y tampoco parece tener buen criterio eligiendo su ropa, pero algo me dice que en su interior no alberga maldad. 

No se parece a las otras. 

Creo que podría acercarme a ella y decirle algo; quizá compartir un café y, ¿Quién sabe? Incluso podría mostrarle mis sentimientos sin miedo a una mirada altiva, un comentario despectivo o una risa hiriente. 

Las otras fueron muy duras conmigo; les abrí mi corazón y no tuvieron piedad de él. Pero las otras ya no harán más daño a nadie. 

Y creo que esta vez, con ella, todo será diferente.

Mi aportación en "Relatos al azar"

Os dejo los cuatro micro relatos con los que participé en la edición de "Relatos al azar", la propuesta veraniega de Izaskun para los que no queriamos abandonar del todo el folio en blanco en el periodo estival. 

Desde aquí quiero darle las gracias a Izaskun por tan bonita iniciativa y por dejarme ser participe de ella.

Rumbo al fin de sus días. 






Los expedicionarios se quedaron espantados, unos creyeron ver la estampa de la muerte, otros, uno de los Jinetes del Apocalipsis y los demás, nada bueno. 

Al despertar de sus ensoñaciones, comprobaron que estas no eran más que el presagio de lo que siempre temieron, y que ahora tendrían que aceptar, ya que el galeón hundía la proa irremisiblemente hacia aquel abismo de negrura ingente.

Unos se lamentaban, entre lágrimas, de su triste final. Otros revivían rápidamente sus vidas sabiendo que ya no darían más de sí.

Y entre la negrura nadie reparó en la traición del capitán, que ascendía de nuevo al mundo de los mortales en busca de mas almas temerarias a las que comandar hacia el fin de sus días. 

Deformación profesional. 





En el local se había hecho un repentino silencio a causa de que el robot se había detenido. 

Los miembros de la unidad B-52 que quedaban en pie suspiraron aliviados, comenzando de inmediato a montar, bajo las órdenes del almirante, un improvisado hospital de campaña. 

Evaluación de daños, traslado de los heridos más graves; todos trabajaban con intensidad, salvo el ingeniero de sistemas, que permanecía frente a la maquina ajeno a toda actividad.  

Tras unos instantes de duda, se aproximó al robot. 

-Es la batería principal- concluyó. Está agotada. 

Instintiva e irremediablemente, conectó la de reserva. 

Las cosas, simplemente, pasan. 


 
 
Eché más leños al fuego, por si se les ocurría forzar la chimenea; aseguré todas las ventanas con jabalcones bien clavados asegurando su inaccesibilidad; y comprobé los tres cerrojos normales y cinco de seguridad de la puerta. Aparentemente estaba seguro, o eso creía, hasta que entré en la cocina y vi a uno de ellos preparando su venta. 

Entonces recordé lo que me dijo mi padre años atrás, cuando me aseguró que las apariencias engañan, y que las cosas, simplemente, pasan.

Al final asumí, resignado, que nunca estaría seguro ante un vendedor de enciclopedias al que no pudiera decir “no”.

Reencuentro. 





Había esperado y observado durante siete años, como una araña en el alero o un ratón detrás del zócalo. 

Sin poder derramar una lágrima vio como las suyas invadían la casa día tras día durante el primer año, para luego secarse en sus ojos como un pozo sin suerte. 

Ella nunca llegó a marcharse; y él, lejos de rehacerse en su promesa, languidecía como un árbol marchito que simplemente se deja morir.

Y como él ya no podía vivir más, y ella no podía llorarle, decidió mostrarle el reflejo de su alma en el espejo y susurrarle antiguas palabras de amor, sabiendo que, esta vez, su corazón no lo resistiría, y volverían a estar unidos, siete años después.