Cáceres, ciudad de leyenda


Hace poco tuve la oportunidad de correr, por primera vez, la carrera nocturna “intramuros”, que se celebra de noche por el casco antiguo de Cáceres. Tras el fervor inicial, generado por el ambiente reinante antes del comienzo de la prueba, con cerca de 500 corredores inscritos, la adrenalina poco a poco fue disipándose bajo la cadencia de las zancadas, y en el tránsito por las calles milenarias me vino a la cabeza uno de los últimos clásicos que había llegado a mis manos: “las ciudades invisibles”, de Ítalo Calvino. El libro incluye una serie de descripciones que Marco Polo hace al emperador de los tártaros, Kublai Jan, sobre las ciudades de leyenda que ha ido visitando a lo largo de sus viajes, con la particularidad de que todas tienen nombre de mujer, y que en ningún momento el gran Jan acierta a saber si son ciudades reales o ensoñaciones del viajero. 



Subiendo por la Calle Adarve, camino de la judería, pisando ya calzada de canto rodado, y tras pasar por el Arco de la Estrella, considerada la puerta de acceso al casco antiguo, imaginaba que una de esas ciudades legendarias bien podía ser Cáceres, y en mis pensamientos veía a Marco Polo descansando en la concatedral de Santa María, con la mirada perdida entre las bóvedas de crucería y las vidrieras de colores tras su paseo, vivido o soñado, por la antigua Norba Caesarina. 



Se me fueron un par de kilómetros más pensando en que nombre hubiera puesto Marco Polo a nuestra ciudad a su vuelta a tierras persas. Quizá fuera Berenice, la ciudad de los justos, en honor a sus gentes, o tal vez Fílides, la ciudad de las prendas, por la belleza de sus blasones. 

Mas tarde, ya enfilando la calle Caleros desde la plaza de Santiago, llegué a la conclusión de que Marco Polo habría dado a Cáceres el nombre de Valdrada, que, según su descripción, es una ciudad que conserva en sí misma la de verdad y su reflejo. 


Y es que la descripción que el legendario viajero le hizo al emperador de los tártaros no dista mucho de una ciudad que conserva intacto su legado dentro de la muralla; patrimonio de la humanidad, y cuyo reflejo orgulloso se extiende alrededor de ella, con la plaza Mayor como nexo de unión entre el antes y el ahora. 

Poco después todos los participantes terminábamos el recorrido cruzando la meta, ya fuera del casco antiguo, pero con el reflejo, aun intacto, de todo lo acontecido en el interior de esa ciudad de leyenda.

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