No
pudo seguir adelante sin ella, y no dudó en lanzarse al mar en su busca.
Al
contacto con agua todo su cuerpo se estremeció, pero siguió braceando hasta
encontrarla.
Ella
descendía en calma, con los ojos abiertos y los brazos extendidos. El la abrazó
con fuerza y se dejó llevar, ignorando la pertinaz querencia de su cuerpo por
el oxigeno.
Mas
arriba, la pequeña barca se hundía, y los sueños de sus ocupantes comenzaban a
filtrarse entre las innumerables vías de agua de un mundo que está lejos, muy
lejos, de ser perfecto.
Comentarios
Publicar un comentario