Las mañanas, si no llueve, las
pasan a lomos del viento, pintando el cielo de vivos azules que luego irán difuminando. Después lo visten todo de oscuridad, y tras colgar
la última estrella, bajan a probar suerte entre los sueños.
Esta noche, Pedro ha vuelto a
leerle un cuento a su hija, y ahora espera, paciente, a que su mujer gaste las
últimas lágrimas.
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