390. Rutas convergentes.

Mi padre solía decir que nadie confía en los extraños, hasta que el tiempo los vuelve necesarios.

Las guerras acaban, pero las heridas permanecen, y en los pueblos alejados del bullicio, donde solo vale el trabajo duro, el ánimo acaba cubriéndose de una costra difícil de romper.

La tierra, sin embargo, es sabia. Por ello, pese a las miradas esquivas, los portazos y las noches al raso, he permanecido aquí, escuchando el murmullo del viento, escudriñando los pliegues del terreno y dejándome llevar por las brumas que nacen al alba.

Las señales me guiaron hasta un pedazo de tierra a las afueras del poblado, junto a una de las líneas de ley olvidadas en los mapas.

Allí vivía otra alma solitaria, con la que compartí los conocimientos que mi padre me transmitió para rastrear los ríos ocultos que buscan la luz. Ella me escuchó con calma y me permitió buscar en el corazón de su tierra.

Al principio la vara de avellano temblaba sin rumbo, incierta, hasta que la mujer puso su mano sobre la mía.

Entonces comprendí que el camino del agua que ahora se me mostraba, y el de mi destino, en cierto modo, siempre fueron el mismo.


Microrrelato enviado al concurso del blog "Esta Noche Te cuento". Tema: Serendipia.
Podéis leer el relato en la web del blog en este enlace.
Relato nº 390 desde el origen del blog.

Comentarios