Los ojos tristes de la pequeña prisionera buscan refugio en el pedazo de cielo que se muestra a través de la ventana, donde la luz habitual de las primeras estrellas se ve salpicada de reminiscencias rojas. 
Su ensoñación se ve interrumpida por una corriente de aire que irrumpe en la celda, buscándola ansiosa entre los rincones, para abrazarla después con su manto húmedo y suave.
Ella se deja querer por el viento, y mientras va empequeñeciendo, su cara se perfila y su piel se va cubriendo de plumas negras. Al abrir los ojos, ahora rojos como la luna, vislumbra la libertad, y la venganza que vendrá después.
Su ensoñación se ve interrumpida por una corriente de aire que irrumpe en la celda, buscándola ansiosa entre los rincones, para abrazarla después con su manto húmedo y suave.
Ella se deja querer por el viento, y mientras va empequeñeciendo, su cara se perfila y su piel se va cubriendo de plumas negras. Al abrir los ojos, ahora rojos como la luna, vislumbra la libertad, y la venganza que vendrá después.

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