Mientras esperaba sentada en la mesa del restaurante, reflexionaba sobre lo difícil que resulta salir de la llamada zona de confort, pero las satisfacciones que conlleva hacer ese esfuerzo.
Cualquier persona con un mínimo carácter introspectivo puede reconocer fácilmente tanto sus bondades como sus puntos débiles, pero la convivencia permite además analizar con detalle los de aquellas personas que nos rodean. Mi marido tiene en la búsqueda continua de sus caprichos la mayor de sus debilidades. Y su mayor capricho fueron siempre las mujeres.
He de reconocer que al principio, con la primera, no lo vi venir, pero poco después empecé a notarle ciertos hábitos extraños. Comportamientos que a una mujer mínimamente observadora no le suelen pasar desapercibidos.
La segunda víctima, despechada cuando sufrió el engaño en sus propias carnes, se confesó conmigo una mañana. En cierto modo no me sorprendió, y como su relato me pareció bastante familiar, decidimos hacer frente común.
Pronto fuimos cuatro las agraviadas por sus ínfulas de mujeriego, y entonces una de ellas ideó un plan en el que todas salimos beneficiadas.
Y aquí estamos, esperando a que llegue nuestra inesperada víctima, velando armas suficientes para repartirnos su fortuna, escondidas detrás de una elegante sonrisa.
Tema: Las mentiras.
Relato nº 372 desde el origen del blog.
Comentarios
Publicar un comentario