En nuestras ocupadas vidas todo son prisas, estadísticas, clicks y emoticonos, hasta que un día alzas la vista de la pantalla de tu móvil y observas algo que creías olvidado, un anacronismo que de repente sacude tu digital y apacible existencia.
El horror de la guerra en tu propio
continente, a la vuelta de la esquina.
Los informativos lo incorporan
apresuradamente en su agenda, enviando corresponsales de guerra a las zonas de
conflicto, realizando despliegues junto a la frontera del país invadido para
entrevistar a todo aquel que la cruza, buscando incansablemente el testimonio
desgarrado o la lágrima de la niña que abra el informativo o incluso la sangre
que ilustre la primera plana, y poniendo el foco en cualquier movimiento del
ejercito invasor y del oprimido, que será analizado por sesudos expertos en los
distintos programas especiales.
Los gobiernos se apresuran a
condenar los ataques y a implementar medidas económicas en contra del país invasor,
estudiando antes el efecto que pueden tener sobre sus propias economías.
El país invasor, dueño absoluto
de su verdad, amenaza con represalias a todo aquel que discuta sus planes, tanto en su país como fuera, presumiendo además de su poderoso arsenal nuclear.
Mientras tanto, el resto del
planeta, que ya había asimilado en su rutina habitual la convivencia con una
pandemia global, incorpora además la posibilidad de una tercera guerra mundial.
¿En que momento la especie humana
dejó de evolucionar? ¿En qué momento volvimos a la era de la ignorancia y del
terror?
Tras los efectos provocados por
el cambio climático, las pandemias y las guerras a escala mundial, cada día
parece más evidente que somos la especie mas dañina que el planeta puede
albergar bajo su cielo, y que el día que nos extingamos, no nos echará en
falta. Ese día, el planeta se curará las heridas, suspirará aliviado, y seguirá
girando sin nosotros.
Seguramente así será Alfonso. Los humanos no aprendemos de los errores, porque además no se quiere desde donde se mueven los hilo, que así sea. Si en la asignatura de historia se contara la verdad de las atrocidades, n se repetirían tanto. De hecho, no metemos los dedos en los enchufes porque aprendemos que nos electrocutamos, pero la historia no interesa, ya que va en ello la venta de armas y hay demasiados intereses, además de que el ser humano des destructivo por naturaleza. La historia lo demuestra.
ResponderEliminarTerrible todo!!
Besicos muchos.