Antes de ver lo que Arturito, el repetidor, llevaba en su caja
de compases, tuvimos que darle nuestro bocadillo y jurarle que haríamos sus
deberes durante una semana.
Satisfechas las
condiciones, abrió la caja y pudimos verlo. El “carroñero”, el número 31, el
cromo que faltaba en el álbum de todos los de la clase, estaba ante nuestros
ojos.
Arturito cerró
la caja con cuidado, pero nos dijo que estaría dispuesto a escuchar ofertas.
La negociación
estaba en su punto álgido, cuando Don Ernesto entró en clase, nos mandó callar
de viva voz, y requisó la caja, echando al traste los planes del repetidor, y
asegurándose un inesperado regalo que su hijo jamás olvidaría.
Micro relato enviado al concurso "Relatos En Cadena", de la SER. Frase de inicio: "Antes de ver lo que Arturito, el repetidor, llevaba en su caja de compases"
Jopeeee con D. Ernesto. Eso algunos chicos de mi familia lo vivio. Buen micro.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Gracias Nani. En mi colegio los "requisamientos" estaban al cabo del día, de ahí la idea para el relato.
EliminarUn saludo.
Muy bien encajada esa frase en un micro con una idea muy buena. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Elena. Y felicidades de nuevo por esa final mensual. Es evidente que tus letras están en buena forma.
EliminarSaludos.
Un niño feliz. El hijo de don Ernesto, digo.
ResponderEliminarMuy bueno, Alfonso.
Don Ernesto también disfrutó lo suyo; los repetidores suelen subirse a las barbas del profe con bastante frecuencia.
ResponderEliminarUn saludo Rafa.