Al final de la noche.


—La sangre fue siempre la clave, querido amigo. 

—De mi avidez por ella nació vuestra leyenda, y cuando fui paladeando lentamente sus matices cromados, aprendí que solo me bastaba reinar en la oscuridad para gobernar en vuestros miedos. 

—La sangre me dio todo el conocimiento que necesitaba sobre vosotros, y la capacidad para dominaros, pero también me lastró con una condena que después de tantos años ya no me siento con fuerzas de sobrellevar.

—La sangre ya no sacia mis instintos primarios, ya no calma mi desasosiego, y ya no me redime en la noche, de la que siempre fui esclavo sin saberlo. 

—Creo que por eso espero aquí, Señor Van Helsing; desde hace horas, aguardando el primer rayo de sol que asome por el horizonte. Sediento, aunque esta vez, no de sangre.




Relato presentado al concurso "escritura creativa en las ondas" de la SER. 






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