Desde
ese día nadie vende barquillos en el parque, nadie reparte publicidad en los
semáforos, y nadie saluda a nadie al cruzar la esquina. Todo contacto humano
fue poco a poco desapareciendo, absorbido por pequeñas pantallas de colores tan
nítidos como engañosos, y tan intensos como adictivos. Nos harían la vida más
fácil, decían, y con ese pretexto dejamos que invadieran nuestro cerebro para
gobernar nuestras decisiones, optimizar nuestros pensamientos y, en definitiva,
vivir por nosotros.
Micro relato presentado al concurso "relatos en cadena". Frase de inicio: "Desde ese día nadie vende barquillos en el parque".
Como la vida misma Alfonso!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Y esto no ha hecho nada mas que comenzar, Nani...
EliminarUn saludo.
Hemos coincidido en el tema tratado. Buena propuesta, Alfonso.
ResponderEliminarAbrazo.
Gracias Rafa. Se que te debo algunas visitas. En cuanto pueda saldo deudas...
EliminarUn saludo.