Desde el otro lado del planeta le
vigila con el rabillo del ojo.
Mientras
duerme, el es libre de volar, se rebela contra su mundo, y se enfrenta a sus
miedos, que no son nada ante su empuje.
Luego,
al final de la noche, regresa a la prisión temporal de su otro yo, que comienza
su día, añorando tiempos mejores.
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