Se asomó sola por la escotilla para ver amanecer, y los vio
de nuevo, rodeando el carro con la insistencia pertinaz de la locura.
Cerró la escotilla, miró el botecito con el líquido verde, y
reanudo la marcha, velando por la esperanza de otros, mientras la suya se
desvanecía en el crujir de los huesos.
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