Han cambiado una barbaridad.
Los que disfrutabamos nosotros los habia hecho el
herrero del pueblo, se colocaban en parques no necesariamente adapatados y el
mantenimiento brillaba por su ausencia, pero a las edades en las que los
usabamos no nos preocupabamos de esas “minudeces”; daba igual que al final de
la resbaladera esperase un “hoyo” o un charco de agua, o que la pintura del
asiento del columpio se estuviera desconchando, nos daba lo mismo que faltase
un peldaño de alguna escalera, nos divertiamos igual.
Los
de hoy cumplen con la normativa europea
UNE-EN 1176 y 1177. Se apoyan sobre terrenos preparados con grava de canto
rodado o pavimento de caucho y los huecos entre barras cumplen con todas las
distancias de seguridad.
El progreso se nota en muchos
ambitos de nuestra vida, tambien en este claro. Lo cierto es que, aunque por un
lado se echan de menos esos antiguos columpios, todos agradecemos que los
chichones y arañazos que nos haciamos los niños en los columpios de antes sean
mas dificiles de ver en los de ahora.
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