El viejo y el silencio.

El bosque estaba ahí, esperando el regreso de Anselmo, peregrino en una ciudad que lo había etiquetado como a un extraño cotidiano sin nada que ofrecer.

En lo más recóndito de la espesura había encontrado la paz, al arrullo del silencio y en la tranquilidad de las cosas sencillas, como un cielo salpicado de estrellas de improvisado techo o un manto de hojas como lecho en el que dejarse dormir.

Y por eso, aquella noche, antes de recargar su escopeta, maldijo a la chica que se desangraba en el cepo rompiendo el silencio a gritos, mientras los lobos devoraban el cadáver de su novio.


Micro relato enviado al concurso "Relatos En Cadena", de la SER. Frase de inicio: "El bosque estaba ahí, esperando".


 

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