De
un certero bocado, le arrebató el pincel y huyó saltando por la ventana. El
permaneció unos instantes sin inmutarse, y después se recostó en su silla y le
dio un trago a la botella mientras observaba el hueco por donde había huido. Se
fijó en la exactitud milimétrica de sus proporciones, en la linealidad
imperecedera, y en los paralelismos inquebrantables únicamente interrumpidos
por la rítmica simpleza de las esquinas. Le dio un nuevo trago a la botella,
buscó otro pincel, y mirando de nuevo al lienzo, pensó: ¿Por qué no?
Cierto... ¿Por qué no? Todo cabe en el arte y quizás lo hizo para darle pistas.
ResponderEliminarSaludos.