Poco antes de que los domingos
fueran amargos, las caricias parecían inocentes; los consejos, sabios; y las
formas; bienintencionadas.
Las risas más sinceras aun no
habían enmudecido bajo crueles silencios, y las lágrimas no se habían derramado
en ríos que arrasarían con la fe más inquebrantable.
Poco antes de que la palabra
dejara de ser sagrada; la sangre aun no se había derramado.
Al final todo apariencia, espero que no fuera mucha la sangre derramada. Inquietante.
ResponderEliminarSaludos Alfonso.
Mucha o poca, la sangre derramada ya no tiene vuelta atrás, Yashira.
ResponderEliminarGracias por pasarte. Un saludo.
Uy, muy etéreo e inquietante. Me gusta ese final tan dramático.
ResponderEliminarBesicos
Bueno, quizá el final se veía venir, pero el que siembra vientos...
ResponderEliminarUn saludo Izaskun.