Y le
manchaba los dedos de harina al entregarle el paquete; pero eso a mi madre, al
principio, no le importaba.
Y
así estuvieron unos meses; ella bajaba a la pastelería a comérselo con los
ojos, y luego él subía a endulzarle la vida.
Hasta
que un día, ella recordó su intolerancia a la lactosa; luego le sobrevino el
recuerdo de su pasado como asesina a sueldo; y después encontró su pistola.
La verdad es que siempre ha tenido un muy mal despertar.
Una apuesta muy interesante, con final inesperado.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Buen intento, Alfonso.
ResponderEliminarAbrazo.
Lo dicho Alfonso. Cada vez me gustan más tus micros. Muy buena apuesta.
ResponderEliminarBesicos
Gracias por los comentarios chicos. Por intentarlo cada semana, que no quede...
ResponderEliminarSaludos.