Extremeños por el mundo. Lisboa, Sintra y Caparica.

Retomo una vez más la sección “extremeños por el mundo” para contaros lo más destacable de nuestra escapada por Lisboa, Sintra y Caparica.


Caparica es conocida como la playa de Lisboa, y según dicen, el mayor arenal de Europa. Es una zona con grandes extensiones de playa, muchas de ellas, como en nuestro caso, reconvertidas en pequeñas calas entre espigones de piedra. 


Las playas son de arena fina blanca, prácticamente sin piedras, y el agua es clara y fresca, pero no helada, como nos habían comentado. Pese a que nosotros nos dedicamos en la mayoría de los días de nuestra escapada a visitar más el interior, en las ocasiones en las que estuvimos en la playa, nos bañamos en sus aguas sin mayor problema.

Peajes y llegada a Caparica.

A Caparica, desde Cáceres, se accede por la autovía A5, que se prolonga en Portugal en la A6, y cerca de Lisboa en la A2. Justo antes del puente del 25 de Abril, se abandona la A2 para enlazar con la A38, que es la carretera que acaba en el pueblo de Caparica y sus costas.

Los extremeños que accedan a Lisboa por esta ruta no tienen que preocuparse del temido “peaje electrónico”, ya que en estas autopistas no está implementado.

El pueblo de Caparica, en esta época, nos presenta una estampa de calles bulliciosas, comercios y cafeterías de trato amable al turista. Nosotros nos alojamos en el hotel Costa da Caparica, en la Calle General Humberto Delgado 47. Es un hotel que presta un servicio bastante correcto, teniendo en cuenta que es un hotel de playa.

Muy cerca de este hotel se encuentra la Rua Dos Pescadores, la calle más animada del pueblo, con numerosas tiendas, heladerías, restaurantes, y hasta unos recreativos a la antigua usanza, como los que existían en la época de los ochenta. Dentro de la gran variedad de restaurantes de la zona, el que más nos gustó fue el restaurante Primavera, con gran variedad de pescados y mariscos de calidad a un precio medio razonable. Si pasáis por Caparica no dudéis en comer o cenar algún día allí.

El Oceanario.

Si visitáis Lisboa con niños, o sois aficionados a la fauna marina, una visita obligada será la del parque de las Naciones de Lisboa, y en concreto, la del Oceanario.

El Parque de las naciones es el recinto donde se albergó la exposición internacional de 1998, y donde ahora se ubica el Oceanario de Lisboa, el Pabellón del Conocimiento, la Torre de Vasco de Gama y su teleférico, además de un gran centro comercial y numerosos edificios de oficinas.
Situado en la parte noreste de Lisboa, constituye uno de los lugares más frecuentados por los turistas. 

Debido a ello, y a la escasez de aparcamiento, en nuestro caso decidimos utilizar el transporte público para desplazarnos hacia allí.

Desde el apeadero de autobuses de Caparica, el autobús nº 161 nos dejó en la plaza de Arreiro, tras un bonito viaje en el que pudimos contemplar las vistas desde el puente del 25 de Abril, así como el acueducto  de las Aguas Libres. 


Desde Arreiro, ya en metro, nos desplazamos hasta la estación de Oriente, junto al Parque de las Naciones, rumbo al Oceanario.


El Oceanário de Lisboa es el segundo acuario más grande de Europa, por detrás del de Valencia. En su hábitat coexisten más de 15.000 seres vivos de más de 450 especies diferentes.


Al parecer, el edificio, de dos plantas, se encuentra flotando en el agua y se accede a él por varias pasarelas. Además, en su interior la visita gira en torno a un gran acuario central.


Además del Ocenario, el campo de las naciones ofrece otras alternativas de ocio como el teleférico, que va desde este edificio a la Torre de Vasco de Gama, con excelentes vistas de Lisboa, el Pabellón del Conocimiento y el centro comercial Vasco de Gama, entre otros.

Belem.

El barrio de Belem es otra parada imprescindible cuando se visita Lisboa. Dentro de las muchas opciones que teníamos para llegar a este barrio lisboeta, situado muy cerca del puente del 25 de abril, nos decidimos por el ferry, que desde el pueblecito de Trafaria, con escala en Porto Brandao, nos dejó en el puerto de Belem en un bonito trayecto de unos 30 minutos.

Ya en Belem, la oferta turística y cultural a ambos lados de Avenida de la India es amplia, y eso se nota por la acumulación de turistas durante prácticamente todo el año. Nosotros nos decidimos por el Monasterio de los Jerónimos, la Torre de Belem y el Monumento a los Descubridores. 

Monasterio de los Jerónimos. 

Algo a lo que hay que acostumbrarse cuando se visita Portugal son los peajes y las colas en los monumentos, y no solo en el acceso a los mismos, sino también en el interior, como ocurre en la Torre de Belem, que tiene regulados los accesos entre las distintas plantas para evitar la saturación de turistas en las mismas. Así que ya sabéis, las colas en el exterior de la torre no serán las únicas que tendréis que sufrir, eso sí, ya dentro, las vistas del río Tajo y del puente del 25 de Abril merecen la pena. 

Vistas desde la Torre de Belem. 

Los portugueses son verdaderos maestros en las técnicas del alicatado y la calzada con bloque, y eso se pone de manifiesto en cualquier ciudad que visitemos de este país.

Fachada alicatada. 

La calzada portuguesa, además, es una técnica de pavimentación muy valorada en otros países, como por ejemplo el nuestro, donde se pueden ver algunos ejemplos de esta calzada junto a edificios públicos y urbanizaciones.  

Calzada portuguesa. 

Sintra.

En nuestro cuarto día en Portugal cruzamos en coche el puente del 25 de Abril camino de la localidad de Sintra.

La mejor opción para evitar problemas con el coche es aparcarlo en la estación de tren de las afueras de esta localidad (Portela de Sintra). Después, hay dos opciones; se puede ir en tren desde ese mismo punto hasta la estación de tren y autobuses situada en el centro de la localidad (Estación de Sintra), o bien realizar ese trayecto a pie, que nos llevará unos quince minutos.

Una vez allí, en la oficina turística podréis recabar toda la información relacionada con los monumentos de la ciudad, así como comprar las entradas.

Sintra es un entorno mágico, que evoca épocas pasadas, y que merece estar al menos entre dos y tres días para disfrutarlo como se merece. En nuestro caso, al estar solo un día, tan solo pudimos ver el Palacio da Pena y la Quinta da Regaleira.

El Palacio da Pena constituye uno de los ejemplares más vistosos de la arquitectura portuguesa del romanticismo. Como si de un castillo sacado de una película de Disney se tratara, el Palacio desprende color e imaginación en todas sus fachadas, torres, recovecos y escalinatas. Si visitáis Sintra con niños, posiblemente les quede buen sabor de boca. 

Palacio da Pena. 

La Quinta da Regaleira es un lugar lleno de rincones y detalles mágicos y misteriosos, donde destaca, por encima de todos, el Pozo Iniciático, una torre invertida que se hunde cerca de 27 metros en la tierra, con acceso a través de una escalinata en espiral. 

Pozo iniciático visto desde arriba. 

Este monumento se plantea como un espacio de consagración, donde se intensifica la relación entre la Tierra y el Cielo.

Toda la Quinta es un lugar lleno de misterio, con grutas subterráneas, torres y parajes mágicos donde dejarse llevar por la imaginación.

Vista desde la gruta del laberinto.

Baixa Chiado.

Desde Caparica, si se tiene tiempo y paciencia, hay muchas combinaciones por transporte público que permiten desplazarse a Lisboa en un periodo de tiempo razonable.

Cogiendo el autobús nº 135, hacia Cacilhas, se puede tomar allí un ferry hasta Casi do Sodre, muy cerca de los barrios de Alfama y Baixa Chiado. 

Elevador de Santa Justa. 

El elevador de Santa Justa, las plazas del comercio o de Figueira, el Castillo de San Jorge y la Catedral de Lisboa son lugares recomendables que se pueden visitar bien a pie, o bien en los famosos tranvías de Lisboa. 

Tranvía de Lisboa. 

Évora y vuelta a casa.

A nuestra vuelta decidimos hacer una parada en Évora, un bonito pueblo de la zona del Alentejo portugués, próximo a Badajoz.

Évora es un pueblo con mucha historia, y un legado monumental muy atractivo, destacando de entre su oferta turística La Capilla de los Huesos, un lugar quizá no apto para todos los públicos, ya que su interior está revestido por esqueletos humanos exhumados de los cementerios de la ciudad durante el siglo XVI. 

Interior de la Capilla de los Huesos. 

Además de eso, en la entrada de la capilla reza una inscripción en portugués cuya traducción al castellano sería: “Los huesos que aquí estamos por los vuestros esperamos”

“Los huesos que aquí estamos por los vuestros esperamos”

Y pese a este lúgubre final de la escapada, y como colofón a esta reseña turística, solo me queda decir que Lisboa, Sintra y Caparica resultan un destino muy atractivo para cualquier viajero con ganas de disfrutar del turismo teniendo a su vuelta momentos de playa.

2 comentarios:

  1. Qué maravilloso viaje. Me has puesto los dientes largos.:)

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    1. Es una tierra muy bella, con gente amable que sabe recibir al turista.

      Un viaje recomendable.

      Saludos.

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