Descubrí la clave en el último
verso del haiku. ¿Cómo no lo habíamos visto antes?
Tras varias horas revisando los
textos nos dimos cuenta de que la ciudad se había convertido en un tablero de
ajedrez donde las dos bandas jugaban su partida anunciando los movimientos en
los últimos versos de los textos. Cada banda movía ficha bien con un asesinato
de algún inocente, o bien mediante el ajuste de cuentas entre fichas de cada
clan.
Cuando el subinspector me dijo
cual sería el siguiente movimiento, el corazón se me paró por momentos. Las
coordenadas hacían referencia al bloque de viviendas donde vivía.
Salí corriendo sin escuchar las
voces que me hablaban. Solo pensaba en llegar cuanto antes.
Solo pensaba en mi mujer.
Derribé la puerta y la vi atada a
una silla, junto a un cadáver. Otro peón sacrificado.
Pero fue al verle con la pistola,
apuntándome, cuando tuve claro, que siempre había sido parte de la partida.
Mi participación en el concurso de relatos "Getafe Negro".
muy bueno, nines
ResponderEliminarAlfonso, un buen giro final para un microrrelato negro, negro, y bueno también blanco, por eso de las piezas de ajedrez.
ResponderEliminarAbrazos.
Buena apuesta, Alfonso.
ResponderEliminarUn montón de abrazos