El cabo Hopkins repartía las
cartas con la izquierda aquella noche; la víspera de la ofensiva a las líneas
enemigas. Los dos primeros premiados con el as encabezarían la avanzadilla de
reconocimiento que se presumía suicida.
Años después recuerdo con
tristeza a los caídos en combate, mientras siento el tacto ya raido con los
años de la carta que marcaba el destino que conseguí esquivar en el último
momento.
No es que me enorgullezca, pero
en la guerra todo vale, incluso un as bajo la manga.
Que razón tienes, en la guerra y en el amor, todo es válido.
ResponderEliminarYo también me he ido a las cartas pero desde los dos lados.
Un abrazo
Pues ahora mismo paso a leerte Epífisis.
EliminarUn saludo.